domingo, 1 de junio de 2008

La felicidad se me escapaba por los poros. Jamás se había visto a alguien tan feliz. Hemorrágicamente gota a gota la felicidad empezó a irse. Debí haberlo notado, pero cuando uno está feliz no nota esas pequeñeces. La sangre fluía día tras día y con ella mi felicidad que ya no era mía. Acudí al doctor y en sus palabras lo describió como una fisura, presiona fuerte y ya, fueron sus recomendaciones. Vitamina K. Intenté acumular la sangre, pero no sirvió, ni con esas servilletas muy resistentes. Así pasan las cosas, uno no debe sentirse nunca tan feliz. Ya no soy feliz, ni poquito. Porque aun hoy cuando me siento tantito feliz, empiezo a sangrar. La felicidad no es para mí. Y la sangre siempre me ha dado asco.