viernes, 16 de enero de 2009


Si pudiera escapar de aquí por un instante, volverme ajena, mirarlo todo nomás por encimita. Ser etérea, no como un ángel o un hada, como algo mas mundano, como la que soy ahora pero sin cuerpo y sin lágrimas, sin tiempo, sin espacio, sin dolor, sin recuerdos y sin carencias. Sólo así vería las cosas en perspectiva, las ordenaría. Sólo entonces podría decidirme en volver o dejar de insistir.

miércoles, 14 de enero de 2009


En mi vida existen y cohabitan desde hace tiempo, desde que los niños dejaron de parecerme raros y comenzaron a parecerme lindos, dos hombres. El primero, que no necesariamente es su orden de importancia, lo llamaremos Julián y al segundo Armando.


Julián y Armando son patológicamente opuestos entre si. Como si avanzaran a la misma velocidad, al mismo tiempo pero en dirección contraria.


Primero voy a hablar de Armando, que aun cuando es y siempre ha sido segundo, su historia siempre ha sido la primera.


Armando es un hombre desde que lo conocí, cuando yo era una niña, y siempre se ha comportado como un hombre. El es de esas personas/personaje casi mítico totalmente irreal, pero sé que existe, al menos en mi historia. Capaz de hacer realidad los sueños de los demás aun sin conocerlos. El y yo pocas veces coincidimos en el mundo virtual, casi ninguna en espacios físicos y muchas en lo mágico. Con él todo ocurre ahí, en la magia, ahí mismo concurre, aun cuando pasen años sin concretar un encuentro real en el que no sólo convivamos en el mismo tiempo y espacio sin que lo sepamos. Armando tiene la facultad de hacerme feliz, en un instante llena vacíos gigantescos, pero los llena bien, lo necesario hasta la siguiente vez. La siguiente vez tan sólo llega, no es decisión nuestra.


En Julián por el contrario, no convergen ni la magia ni los sueños, no los de el y mucho menos los de otros. Con el todo siempre ha sido físico, en lo más burdo del término. El siempre está, sobre todo cuando no quiero que esté. Siempre. Mucho más cuando lo alejo. Sabe todo de mi, por donde ando, con quien me muevo y que tan sola estoy con esa persona. No se por que lo hace. Es el primero en todo, el más primero de todo lo primero. Nunca pidió mi consentimiento y yo nunca se lo negué. Es lo contrario a un sueño, pero no es una pesadilla. Si lo quiero no está, si lo necesito sí. Me toca las manos, la cara. El no se deja tocar, casi no se deja ver. Hablar, de eso nada. Pero ahí está. No creo querer que se vaya, pero no soporto que se quede.


En mi vida habitan y coexisten dos hombres desde que iba dejando de ser niña. Él primero y él segundo.

domingo, 11 de enero de 2009

El él

Cuando menos te fijas es cuando sueles encontrar algo que no buscabas. Así me paso con él. Un día en el que me dedicaba tan sólo a vivir de pronto ahí estaba como esperándome o yo esperándolo a él. Me gusta pensar que era él quien me esperaba. Hablamos y me pareció que tenía todas las respuestas. Siempre fue de una dulzura bastante ácida, supongo que por eso nos entendimos. A él sólo se le puede describir como uno de esos seres mágicos y/o míticos, que sólo aparecen si repites su nombre cierto número de veces, o si juntas los tacones de los zapatos, o si chasqueas los dedos, en fin así es él. Nunca ha estado realmente en mi vida, ni tampoco fuera de ella. Es el hombre de mis mil y una lunas que me mantiene viva con la esperanza del siguiente encuentro.

jueves, 8 de enero de 2009

Me gustan los días de fiestas masivas. Son como rituales llenos de gente que compra algún objeto festivo al caso para decorarse a si mismo y decoran sus casas y andan por ahí alegres contagiando la festividad. Luego vienen los amontonaderos, donde todos esperan estar en primer lugar como si se lo pudieran perder.
Supongo que el día que lo conocí no era festivo, aunque si había mucha gente. No recuerdo la fecha, pero si el lugar. Tampoco recuerdo el primer contacto, aunque sí tengo presente el resto de acercamientos, todos o casi. Es uno de esos fenómenos en que primero nos interesaba lo que el otro tenía que decir, más tarde lo que el otro planea hacer.
Un día cualquiera uno de los dos habla de planes en los que ya no está incluido el otro, mas que como discreto observador a distancia que celebra los éxitos y está pendiente en caso de haber lágrimas que limpiar. Pareciera entonces que lo que se vuelve solido para uno al otro lo vuelve frágil y lo hace temblar y hace que todo se mueve hacia adentro. Hace sentir muy mal el no sentirse bien por la felicidad ajena. Pero es que crecimos juntos tan desde siempre. Como si cada que volteara ahí estuviera y da miedo que ya no vaya a estar. Como si estuviéramos entrando al territorio extrañisimo de los adultos y solo uno de los dos es capaz de tomar decisiones de adulto y uno pareciendo que lo entiende solo le queda asumir en voz alta -lo entiendo, te apoyo, me hace feliz- pero se tambalea el piso.
No recuerdo el día que lo conocí pero recuerdo que me pareció una día de fiesta. Recuerdo el día en que me tambalee y era un día de fiesta aunque a mi no me lo pareció.

viernes, 2 de enero de 2009

haces falta