jueves, 15 de febrero de 2007

Repartamos las Culpas



Me acaba de salir una verruga en la comisura del labio, supongo que debo dejar de besar sapos. Mi madre siempre dijo que debajo de la piel de un sapo puede haber un príncipe escondido. He tenido cuidado, hasta tengo un sistema: tamaño, color, olor y hasta sabor, cuenta de banco, censo de población y vivienda, intenciones, sentido del humor, antecedentes penales, estado civil, grado de neurosis y por supuesto grado de analfabetización. No he dejado piedra sin voltear, pero no ha funcionado bien del todo, no sólo me salió una verruga, además sigo sola.

Estoy considerando cambiar de sistema, quizá sea mejor que busque un sapo en la piel de un príncipe, de esos hay mas, por lo menos harían montón. Como a todas las mujeres desde niña me contaron el cuento del príncipe y me lo tragué. Lo que jamás me dijeron es que los príncipes no sólo están en extinción, y debajo de pieles de sapo sino que además suelen ser demasiado comunes para mi gusto. Unos sin pelo o con poco, viejos, jóvenes, malhumorados, echan flatulencias y otros gases, maldicen, aman el fútbol o algún otro deporte de cavernícolas, se idiotizan frente a la televisión y su mayor tema de conversación generalmente tiene que ver con ellos o con lo maravillosos que son o mejor aun, con lo maravilloso que sus amigos creen que son.

¿Y si fuera un complot? Yo creo que es un plan para que nosotras vivamos pensando en el famoso príncipe inexistente, como sea los cuentos de hadas se escriben por hombres: Los Hermanos Grimm, Walt Disney, Andersen, etc.. Mi madre en conjunto con el resto de los que forman parte del complot me han mentido.

No me importa no encontrar al hombre de mi vida, no me importa quedarme sin príncipe azul, de hecho no me importa tener a uno de esos comunes, lo que en realidad me tiene molesta es que me acaba de salir una verruga en la comisura del labio, por andar besando sapos.

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