miércoles, 14 de enero de 2009


En mi vida existen y cohabitan desde hace tiempo, desde que los niños dejaron de parecerme raros y comenzaron a parecerme lindos, dos hombres. El primero, que no necesariamente es su orden de importancia, lo llamaremos Julián y al segundo Armando.


Julián y Armando son patológicamente opuestos entre si. Como si avanzaran a la misma velocidad, al mismo tiempo pero en dirección contraria.


Primero voy a hablar de Armando, que aun cuando es y siempre ha sido segundo, su historia siempre ha sido la primera.


Armando es un hombre desde que lo conocí, cuando yo era una niña, y siempre se ha comportado como un hombre. El es de esas personas/personaje casi mítico totalmente irreal, pero sé que existe, al menos en mi historia. Capaz de hacer realidad los sueños de los demás aun sin conocerlos. El y yo pocas veces coincidimos en el mundo virtual, casi ninguna en espacios físicos y muchas en lo mágico. Con él todo ocurre ahí, en la magia, ahí mismo concurre, aun cuando pasen años sin concretar un encuentro real en el que no sólo convivamos en el mismo tiempo y espacio sin que lo sepamos. Armando tiene la facultad de hacerme feliz, en un instante llena vacíos gigantescos, pero los llena bien, lo necesario hasta la siguiente vez. La siguiente vez tan sólo llega, no es decisión nuestra.


En Julián por el contrario, no convergen ni la magia ni los sueños, no los de el y mucho menos los de otros. Con el todo siempre ha sido físico, en lo más burdo del término. El siempre está, sobre todo cuando no quiero que esté. Siempre. Mucho más cuando lo alejo. Sabe todo de mi, por donde ando, con quien me muevo y que tan sola estoy con esa persona. No se por que lo hace. Es el primero en todo, el más primero de todo lo primero. Nunca pidió mi consentimiento y yo nunca se lo negué. Es lo contrario a un sueño, pero no es una pesadilla. Si lo quiero no está, si lo necesito sí. Me toca las manos, la cara. El no se deja tocar, casi no se deja ver. Hablar, de eso nada. Pero ahí está. No creo querer que se vaya, pero no soporto que se quede.


En mi vida habitan y coexisten dos hombres desde que iba dejando de ser niña. Él primero y él segundo.

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