miércoles, 1 de mayo de 2013

¡Que duela!

Segunda puerta a la izquierda, dijo el hombre en el pasillo. Segunda puerta a la izquierda me dije en voz alta. Segunda puerta a la izquierda, segunda puerta a la izquierda, segunda puerta a la izquierda... Hace un par de días hubiera duda, me hubiera sentado en la puerta, abrazando mis rodillas, meciéndome como en trance, habría recapacitado, me hubiera levantado, habría salido corriendo de ahí antes de ser vista.

Segunda puerta a la izquierda me repito y sin pensarlo entro.

Necesitaba verlo todo, saberlo todo, sentirlo todo para entonces no volver a sentir nada.

Ese día te maté y la maté a ella que representaba a todas, los maté. El revolver en el auto no fue accionado. Mi boca que tenía tanto por decir y maldecir tampoco. Mis ojos quedaron cauterizados en el preciso momento que abrí la puerta. Mi alma... ¿cuál alma?

Abrí la puerta para tener el pretexto de asesinarlos, para corroborar lo que siempre supe, que es lo mismo que tu siempre negaste y ante mis afirmaciones osabas llamarme loca. Quería que doliera que doliera mucho, entonces podría alegar defensa propia.

Al revolver sólo le falta una bala, se aloja en mi.

No hay comentarios.: