lunes, 19 de febrero de 2007

Romina sentada en la mecedora teje y desteje, pero no espera a nadie. Se levanta, camina, va a la cocina, toma agua, ve el reloj, regresa. Han pasado horas o días, no lo sabe pero tampoco le mortifica. Finalmente se decide, entra a su recámara, abre ese cajón que lleva tanto tiempo cerrado. Observa fijamente y con curiosidad lo que tiene ante si. Se decide por el negro de




encaje, se desnuda frente al espejo y se queda contemplándose a si misma. Se toca un poco, como si temiera que algo se hubiese movido de lugar, se percata que así es. Comienza con el brasiere, tan francés como su nombre, aún recuerda el día que se lo regaló. Continua con las bragas, diminutas, siempre se sonrojaba al ponérselas, hoy no. Muy despacio, queriendo recordar se pone el liguero. Un par de medias negras de seda. Tacones de aguja. Volvió a mirar, en definitiva no se veía como hace algunos años.

Tomó el pequeño espejo y se miró, labial rojo pasión. Algo de rubor y rimel. Miró nuevamente el espejo, ahí estaba ella. Murmuró para sí: "el día es hoy sólo para mi, durante años use la mejor ropa interior para que alguien mas la disfrutara, pero hoy soy sólo yo". En ese momento cerro la puerta de su cuarto, prendió una vela y se tiró en la cama.

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