viernes, 22 de junio de 2007
Uno, dos, tres. Uno dos, tres. Siempre lo mismo, siempre igual. ¿Acaso existe realmente una receta? Agustín lo hacia todo tan mecanico. Uno, dos, tres, siempre repetitivo, siempre en rutina. Un buen dia (no tan bueno) Agustin murió. "Vida recta y ejemplar" entre otras cosas decía su lapida. Pobre Agustín, ahora y por toda la eternidad se preguntará qué habría pasado si al menos alguna vez hubiera hecho lo que quería en lugar de lo que debía.
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